Comentario
El Tratado de Moscú del 12 de marzo de 1940 recogía las cláusulas de paz con los finlandeses. La URSS no se ensañó especialmente, pero, aun así, las condiciones fueron bastante duras: los soviéticos se anexionaban todo el istmo, con Viipuri; la orilla norte del Ladoga, con Sortavala y Suojärvi; partes de las regiones de Salla y Kuusamo; en el norte, la península de Pescadores; el puerto de Hanko, en arriendo por 30 años; cierto número de industrias y minas; varias islas, incluida Suursaari; la construcción de un ferrocarril de Salla a Kemijärvi; y la firma de un pacto de defensa. Sin embargo Petsamo quedaba para Finlandia -sólo en 1947 pasará a la URSS- y Moscú disolvía la República Popular de Kuusinen. De nuevo, la frontera pasaba por la línea de paz ruso-sueca de 1721.
Finlandia había perdido casi el 10 por 100 del territorio. Según Calvocoressi, había sufrido 24.923 muertos y 43.557 heridos. Unas 200.000 personas (según Bernardini y Calvocoressi; 450.000 según Condon) refluyeron a Finlandia de las zonas anexionadas por la URSS. Las pérdidas materiales fueron elevadas. En cuanto al armamento, perdieron 61 aviones y gran número de carros.
Mucho mayores fueron las pérdidas enemigas: 48.745 muertos (68.000 para Calvocoressi) y 158.000 heridos; 1.600 carros capturados o destruidos, más 725 aviones (otros 200 probables), y algunos barcos.
Los soviéticos confesarán que no estaban preparados para este tipo de guerra. Su complejo de superioridad ante la exigua Finlandia carecía de base, y el aferrarse testarudamente al plan inicial y a la mera superioridad numérica les fue nefasto. Fue negativa muchas veces la influencia en el mando de los comisarios políticos. Pero los mandos, afectados, hay que decirlo, por las purgas de Stalin de 1937, no estuvieron muchas veces a la altura de las circunstancias. La incompetencia de la aviación y de la marina -como reconocerá el propio Kruschev- se harán proverbiales, hasta 1942 al menos. Sólo a partir de febrero comenzaron a aprender sobre sus propios errores, pero nunca llegaron a ser, mientras duró esta guerra, el gran ejército que creían ser.
Los finlandeses estaban más motivados, pues defendían su país y tenían la razón de su parte. Pero no siempre acertaron. La práctica de la tierra quemada resultó muy costosa, y quizá inútil económicamente. Las fuerzas de cobertura no contaron con apoyo adecuado, lo que imposibilitó acciones retardadoras profundas (Condon). No siempre hubo coordinación, y a comienzos de diciembre de 1939 la pasividad de las tropas del istmo enfureció a Mannerheim. Sea como sea, el mando finlandés -y, entre otros, el general J. V. Hägglund, el coronel P. Talvela, el teniente general H. Ohquist, el teniente coronel A. O. Pajari- demostró ser bastante competente.
En fin de cuentas, Finlandia no había perdido la independencia. Pero algunos se preguntaban con Mannerheim, que se había convertido por segunda vez en héroe nacional, si no habría sido mejor ceder, pues los soviéticos en el Tratado de paz de 1940, se habían conformado con no mucho más de lo que habían pedido pacíficamente en 1939, y se habrían evitado muertes y destrucciones.
La guerra soviético-finlandesa hizo pensar a Hitler que la URSS no era enemigo -y en este momento era casi verdad- y ésta fue una de las razones que influyeron en su decisión de atacarla en 1941. En el ataque participará Finlandia, deseosa de recuperar lo perdido, lo que hará en 1941, para perderlo de nuevo en 1944.